En ocasión de la celebración de todos los Santos, y especialmente de los Beatos y Santos de la Compañía de Jesús
Este pasado lunes, 1 de noviembre, como Iglesia celebramos a todas aquellas personas que, por su estilo de vida, han reflejado la Buena Noticia, el Evangelio. ¿Será que eso es posible para “el ciudadano de a pie”? La respuesta clara: Sí. La parte compleja: se necesita convicción, docilidad y ser capaces de vivir desde el amor.
Esta semana, PastoralSJ.org nos comparte diferentes notas y artículos que nos motivan a responder al llamado que el Papa Francisco nos hace en su Exhortación Apostólica Gaudate et Exsultate” (Sobre el llamado a la Santidad en el mundo actual):
“El Señor lo pide todo, y lo que ofrece es la verdadera vida, la felicidad para la cual fuimos creados. Él nos quiere santos y no espera que nos conformemos con una existencia mediocre, aguada, licuada. En realidad, desde las primeras páginas de la Biblia está presente, de diversas maneras, el llamado a la santidad.”
José María Rodríguez Olaizola S. J., en uno de los artículos hace énfasis, hace eco a la exhortación al mencionar que los santos caminan por las calles, y pueden estar “en la puerta de al lado”. Dice, “hoy en día hay muchos por ahí, hombres y mujeres anónimos, que probablemente jamás pasarán a los libros de historia ni a los calendarios litúrgicos, pero que, sin embargo, son santos.
¿Qué tienen en común? Que sus vidas apuntan a Dios de manera clara. Que lo que viven, lo que hacen, y lo que dicen, deja traslucir al espíritu de Dios al que han dado cancha en sus vidas. Y por eso, cuando los ves, intuyes que es posible el Amor, y la misericordia, y la compasión, y la justicia… ¿En qué se diferencian? En todo lo demás. Seguro que los hay jóvenes y ancianos, formados y analfabetos, mujeres y hombres, de derechas, de izquierdas, o apolíticos… Los habrá tímidos y extrovertidos, hiperactivos y pausados. Unos vivirán el evangelio en el contacto constante con la gente. Seguro que hay algún otro que consagra su vida a la ciencia en la soledad de un laboratorio o de una biblioteca. Bailan, rezan, toman un café, abrazan, lloran, aman, se enfadan, se equivocan, aciertan… porque son humanos, al fin y al cabo.”
Y con esto nos queda a nosotros la invitación a buscar la Santidad, tal como Ignacio invitó a sus compañeros, porque para nosotros también es posible.
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