Paulina Samayoa de Guerra
El P. Pedro Arrupe S. J., en una invitación a las asociaciones de exalumnos de las obras educativas de la Compañía de Jesús, nos recuerda: “nuestra meta y objetivo educativo es formar hombres que no vivan para sí, sino para Dios y para su Cristo; para aquel que por nosotros murió y resucitó; hombres para los demás, es decir, que no conciban el amor a Dios sin el amor al hombre; un amor eficaz que tiene como primer postulado la justicia y que es la única garantía de que nuestro amor a Dios no es una farsa, o incluso un ropaje farisaico que oculte nuestro egoísmo.
Toda la Escritura nos advierte de esta unión entre el amor a Dios y el amor eficaz al hermano. Oigamos sólo estas frases de San Juan: «Si alguno dice ‘amo a Dios’ y aborrece a su hermano, es un mentiroso, pues quien no ama a su hermano a quien ve, no puede amar a Dios a quien no ve». «Si alguno posee bienes de la tierra, ve a su hermano padecer necesidad y le cierra su corazón, ¿cómo puede permanecer en él el amor de Dios? Hijitos, no amemos de palabra y de boca sino con obras y según la verdad»” (1 Jn 4, 20; 3, 17‐18).
Con estas palabras, el P. Arrupe S. J., nos habla a todos los que colaboramos, hemos estudiado o estudiamos en Landivar, así como en todas las Universidades e instituciones educativas que tienen el sello ignaciano. ¿Por qué? Pues porque el ejemplo que tenemos de servicio es el de Jesús mismo. Las actitudes de Jesús nos invitan a tratar a los demás de manera compasiva y considerada, con respeto e invitación al crecimiento. Nos recuerdan a poner el amor más en las obras que en las palabras, diría San Ignacio.
Esa es la invitación de esta semana de Pascua, a ejemplo del Buen Pastor.