P. Pedro Jaramillo Rivas – Pastoral Universitaria Landivariana (PUL)
“El camino” es una manera muy bíblica, dinámica y esclarecedora donde las haya, de designar la vida – en general – y la propia vida – en particular – . Y fue, desde el principio, el modo de nombrar el tipo de vida de quienes, dejándolo todo, siguieron a Jesús. Un camino con origen y con meta. Saber en dónde lo inicio y saber hacía donde me lleva.
Jesús iba a iniciar el camino, el de su vida pública. 40 días de desierto para afianzar el “desde dónde” y el “hacia dónde”. Y es que lo importante se prepara. Cuando la vida es un “proyecto” y no se vive a cómo salga…, la vida se prepara… Por aquí comenzamos muchas veces a fallar: la vida nos vive a nosotros y no nosotros a ella. Cuentan que los mongoles son muy buenos jinetes y que hasta montan sus caballos “a pelo”. A pesar de esta habilidad, dicen que a un jinete mongol se le desbocó por completo su caballo. A la entrada del pueblo, algunos “simpáticos” curiosos, irónicamente le preguntaron : “Amigo, ¿a dónde vas?”. Y entre humillado y malhumorado, el jinete mongol señaló ostentosamente a su caballo, para responder: “¡¡¡a dónde este quiera!!!”. Me pregunto y te pregunto: “¿Llevas la vida a donde tú quieres?… ¿O te lleva tu vida a donde tú ni quieres?”… ¿O es que no quieres ir a ninguna parte, porque te da lo mismo un ocho que un ochenta? Piénsalo, que en hacer camino y ansiar la meta nos jugamos siempre mucho. Yo diría que nos lo jugamos todo. “¿A dónde vas?”… ¿será que con sinceridad tienes que señalar tu celular y contestar: “a dónde este quiera” – ¡Ay, perdón cambié el caballo desbocado por el celular descontrolado…!, ¿en qué estaría yo pensando? –
Y aquí vienen “los extravíos”… Le pasó a Jesús. Después de la experiencia del desierto, el demonio “lo tentó”… proponiéndole “extravíos”. Eso fueron las tentaciones: “atajos” para llegar antes y de otra manera a la meta. Pero, eran atajos con trampa. Su proyecto de vida, Jesús lo había decidido: Mesías con la gente, por la gente y para la gente, de manera especial para la que estaba en riesgo de “no ser gente”: Él mismo se declara “enviado para dar la Buena Noticia a los pobres”, pero desde los pobres: “se rebajó a sí mismo y tomó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos” (Fil 2, 7)… La Meta la había confiado al Padre… Tú y yo, el “nosotros” de nuestras comunidades, para desenmascarar “extravíos”, necesitamos identidad con el camino de Jesús. La queja de Dios a su pueblo: “mis caminos no son los caminos de ustedes ni mi sendas son sus sendas” (Is 55,8), nos la podría decir muchas veces Jesús a nosotros. Se lo dijo descaradamente a los propios discípulos, a los mismos apóstoles y al mismísimo Pedro. Con Pedro fue especialmente duro: “apártate de mí, Satanás, porque piensas como los hombres y no piensas como Dios” (Mt 16,23)… Con razón dice hoy San Lucas, que “el demonio lo dejó hasta otra ocasión” (Lc 4,13). Estaba en juego el proyecto de vida y de Reino. Y ahí Jesús no transige. Lucas lo deja bien claro en el episodio de las tentaciones.
“El extravío” de la “reducción”: que necesitamos comer es evidente. Y que la desnutrición es un escándalo social que clama al cielo…, nadie lo duda. No hay que reducir el hambre de pan…, hay que suprimirla de una vez por todas. Pero no hay que olvidar otras hambres… y otros alimentos, porque hay también una desnutrición mental y espiritual que, hoy, se nos está haciendo también crónica. Y aún más: anoréxicos no los hay sólo del cuerpo, los hay también de la mente y del espíritu…, cuando las ganas se pierden hasta un nivel enfermizo.
“El extravío” del “poder”: “te daré todo el poder y toda la gloria”. La oferta era -nunca mejor dicho – “tentadora”. Para Jesús, sin embargo, era “extra-vagante”. Su camino no iba por ahí. Lucas lo recuerda muy bien: no es el camino del poder y de la gloria; el de Jesús es el camino del servicio: “el más importante entre ustedes se comporte como si fuera el último y el que manda como el que sirve ¿Quién es mayor? ¿El que está a la mesa o el que sirve? ¿No lo es, acaso, el que está a la mesa? Pero yo estoy en medio de ustedes como quien sirve” (22,26)… (- “No te preocupes, Señor, que ya estamos nosotros ‘en la mesa’”- ¡así de descarados!) “Extra-viados” y “extra-vagantes” somos cuando, borrachos de poder no-ejercido, lo buscamos en los ámbitos donde de ninguna manera toca buscarlo: en la familia, en la escuela, en la Iglesia: los “ministerios” que etiomógicamente son los “servicios”, los convertimos en lo que sociológicamente son los grupos de “poder”, con un cierto punto de ridiculez, porque es un poder “tan cortito” al que nos aferramos que, en lugar de “dar poder”, lo que realmente da es lástima.
El “extravío” del “espectáculo”. A Jesús no le pasó desapercibido el poder del espectáculo. La gente se lo hubiera agradecido. Pero él no cedió… Todo le hubiera sido más fácil. Y lo mismo le pasó a aquella primera Iglesia apostólica que no admitió los “espectaculares evangelios apócrifos”. Pero, aquí estamos nosotros para “corregir” aquel “error” apostólico. ¡“Ignorantes” los apóstoles que no sabían lo rentable que resulta el espectáculo! Miren, si no, algunos anuncios de celebraciones… Hasta nos permitimos anunciar los espectaculares milagros… Y, ¡tan contentos! El caso es que no nos falten “extravíos”…
¿Recuerdan a los apóstoles despistados? Al menos eran honestos: “no sabemos a dónde vas…, ¿cómo vamos a saber el camino? (¡nosotros sabemos tan bien a dónde tiene que ir Jesús que hasta nos permitimos enmendarle el camino!). Y Jesús que les contesta: “Yo soy el camino” (cfr. Jn 14,5). Jesús es “camino” que no entiende de extravíos… Y, tantas veces, nosotros somos “extravíos” que no entendemos de “camino”-