Paulina Samayoa M. de Guerra
¡Resucitó el Señor! ¡Jesús está vivo y hemos sido salvados! ¿Qué mejor noticia que esa?
Recientemente me encontré con este texto del P. Pedro Arrupe S. J., quien fue Superior General de la Compañía de Jesús de 1965 a 1983:
“Hoy mucha gente vive triste, angustiada por la crisis internacional, por los problemas que azotan a la sociedad, a la Iglesia, a los individuos. Es cierto que debemos poner toda la carne en el asador para solucionarlos, casi como si sólo dependieran de nuestras fuerzas y nuestro interés. Pero luego ¿por qué estar tristes? Un hombre de fe que vive su disponibilidad, su diaria entrega a los hermanos, tiene dentro de sí el secreto de la Pascua.
¿Cuál es el secreto del optimismo? Creo que simplemente un problema de fe. Yo creo en Dios. Yo creo en Cristo. ¿No basta esto para tener un gran optimismo? ¿Qué me puede pasar que me quite la alegría de estar salvado por Jesús y de entregar mi pequeña existencia al servicio de los demás?
Creo que este fue el secreto de los santos, el mismo secreto que resucitó a Jesús: vivir nuestra entrega diaria, sin miedo, con un corazón confiado y humilde, pero dando de verdad lo que tenemos a nuestros hermanos. Así, detrás de todo, incluso de los acontecimientos contemporáneos que nos inquietan, estará brillando la luz de la esperanza“.
Encontrarme con él me reafirmó, aún en este tiempo de turbulencia, que la razón de nuestra fe y nuestro optimismo como personas creyentes encuentra su fuente en nuestro encuentro con Jesús vivo en cada momento de nuestros días. Me ayudó a reconocer que nuestra esperanza no puede perderse, incluso a pesar de nuestras circunstancias sociales o personales. Esperamos que la luz de la esperanza brille a lo largo de estos próximos 50 días, y los trascienda.