En el marco del Día Mundial del Agua, El Instituto de Investigación en Ciencias Naturales y Tecnología (Iarna), de la Vicerrectoría de Investigación y Proyección (VRIP) compartieron la segunda edición de la serie “Ensayos y análisis sobre el agua en Guatemala”, el cual hace una serie de consideraciones respecto a la situación del recurso hídrico en el país y las circunstancias que surgen por su administración.
El ensayo presenta un espacio de debate que ayude a iniciar un cambio estructural sobre los derechos del ser humano al agua y el saneamiento de los guatemaltecos. Las estimaciones sobre el exceso del agua son estimados según la disponibilidad física de las lluvias junto a la cantidad de habitantes, los cuales rebasan los 1700 metros cúbicos por persona al año, valor que indica que la demanda del agua es más alta que la cantidad disponible en una temporada.
Ese holgado resultado se basa en el reporte de lluvia nacional por año (2164 milímetros anuales, con rango entre 635 y 6255 durante los seis meses lluviosos, información recogida por el Mapa de precipitación anual de la república de Guatemala periodo 2001-2018, publicado por la Vicerrectoría de Investigación y Proyección –VRIP– de la Universidad Rafael Landívar.
El mal acceso al agua genera factores de riesgo en la pérdida humana, perdida de cultivos y alimentos, contaminación de aguas superficiales, deforestación, afectación a la salud animal, entre otros factores que se convierten en amenaza socionaturales como el cambio climático, enfermedades y poderes político-económicos.
Por lo cuál, las investigaciones recogen en el ensayo y análisis sobre el agua en Guatemala (2022), que “Las jerarquías de uso son adversas para la población en general y tal adversidad se refleja en ese 3% del total del agua que se gestiona para atender las demandas de consumo humano. Al relacionar el volumen equivalente (unos 459.2 millones de m3) con la población total (16 millones de referencia) se alcanza una dotación de 79 litros diarios por persona, cantidad que podría satisfacer solamente las demandas de consumo, higiene y otras necesidades domésticas muy básicas, en caso que la distribución fuese equitativa y ligada a una cobertura universal funcional. Obviamente, ni es universal ni equitativa, de modo que literalmente el grueso poblacional no accede ni siquiera a los 10 litros que garantizarían el consumo humano diario”.
Si deseas leer el la segunda edición del ensayo, puede dar clic aquí.