Por: Virgilio Josué Cuxil Morales [1]
Hace unos años, leí una obra de un personaje llamado Nassim Nicholas Taleb, titulada: El cisne negro: el impacto de lo altamente improbable. Para mí resultó interesante el acercamiento que tuve con los planteamientos del autor ya que podría decir que venía a confirmar una serie de aspectos en la línea de refutar aquel posicionamiento simplista, predecible, reduccionista y determinista respecto al mundo que nos rodea y el comportamiento de los fenómenos que nos acontecen. No cabe duda que resultó ser en aquel momento algo paradigmático ya que se sumaba a una constante búsqueda de caminos alternos que desde hacía años otros personajes en distintas ramas del conocimiento venían explorando, intuyendo, avanzando, investigando y adentrándose con sumo cuidado e interés.
Tiempo después, me vengo a encontrar con el posicionamiento que ha ganado el paradigma de la complejidad como pensamiento, como una corriente que se sitúa en diálogo, interacción, integración y convergencia respecto a nuestras relaciones de cómo interpretamos el universo, los fenómenos que indagamos, respecto a cómo nos acercamos y qué relación gozamos y tenemos de ello. Así mismo, el paradigma de la complejidad nos ha demostrado el alcance que tiene en sí mismo en apoyarse de todas las ciencias que han surgido como fruto de la invención y creación humana. No para quedarse en formulaciones habituales o, como bien lo establece su misma epistemología, en formulaciones simplistas las cuales han sido uno de los tropiezos de las ciencias que han tenido como punta de lanza al método científico como único camino que orienta las decisiones, las certezas, los cálculos en los diversos escenarios de la humanidad.
Una de las mentes prodigiosas en el campo de la ciencia es un personaje llamado Dyson Freeman, de quien he tenido la oportunidad también de leer: El científico rebelde. Lo interesante es haberme topado con la exposición del teorema de Gödel. Coinciden en que el camino es inagotable cuando se trata de afirmar o refutar con las reglas convencionales que poseemos respecto a nuestra búsqueda de conocimiento, interpretación y comprensión del universo y postura de lo que concebimos como realidad. Nuestro conocimiento y comprensión siempre serán incompletos. A esto le sumaría, en consonancia con el paradigma de la complejidad, el reconocer que nuestro camino es incierto y también es abierto. Esto nos debe de alegrar, porque -en palabras de Freeman- la frontera de la investigación siempre estará abierta, gracias a Gödel. La frontera de la complejidad siempre creciente también estará abierta porque estamos investigando sobre moléculas, células, animales, cerebros, arte, economía, educación, seres humanos o las diversas sociedades.
[1] Coordinador académico de educación, Facultad de Humanidades, Universidad Rafael Landívar, sede Antigua.