José Manuel Monterroso Padilla
Coordinador de Área Académica
Universidad Rafael Landívar
Facultad de Humanidades
Departamento de Educación
Conviene iniciar aclarando que el término «competencia» tiene varias acepciones, tales como la de «oposición o rivalidad», pasando por la de «atribución» hasta llegar a la que más nos interesa en esta oportunidad, la de «pericia, aptitud o idoneidad» para realizar una determinada acción.
Este último significado se tiende a reducir a lo meramente laboralista, lo cual, si bien es cierto y aceptable, no abarca el sentido más profundo que tiene dicha palabra, especialmente en el ámbito educativo, dentro del cual deseamos profundizar más al respecto.
El constructo «competencia» es complejo y, por lo mismo, su abordaje de forma integral no resulta del todo fácil. Esta dificultad se acentúa aún más cuando se deja de lado a quien debe ser el centro y protagonista de tal entendimiento: la persona humana. Solo a partir de ella se puede llegar a la comprensión profunda del término. Nada más humano que una competencia.
En este sentido, conviene hablar no solo de «competencia» ─en singular─ sino más bien de «competencias» ─así, en plural─. Según este planteamiento, habrá tantas competencias como dimensiones tiene la persona humana. Por razones de espacio, señalaremos acá cuatro tipos de competencias, tomando para ello como punto de partida igual número de dimensiones humanas (Ruiz, 2011).
Competencia técnica (dimensión cognitiva)
Relacionada con el saber. Hace referencia a la adquisición de conocimientos o saberes conceptuales que resultan útiles en un ámbito profesional específico. Por ejemplo, si el ámbito profesional fuera la medicina, este tipo de competencia lleva a quien la construye a conocer y distinguir las enfermedades y su sintomatología.
Competencia metodológica (dimensión profesional)
Está relacionada con el saber hacer. Supone en quien la posee la capacidad para llevar a la práctica los conocimientos teóricos adquiridos, con el fin fundamental de dar solución a problemas o situaciones difíciles, reales y concretos de su vida cotidiana. Si seguimos con el ejemplo anterior, un profesional de la medicina, experto conocedor de las patologías y sus manifestaciones, será capaz de aplicar estos elementos teóricos para el tratamiento eficaz de un paciente con determinados padecimientos.
Competencia participativa (dimensión social)
Tiene estrecha relación con el saber estar en y con. Quien adquiere esta competencia es capaz de estar atento a los cambios en el contexto en que se desempeña y a percibir con objetividad las necesidades y reacciones de las demás personas. Implica el entendimiento interpersonal y la comunicación asertiva con los demás miembros de su grupo o comunidad.
Competencia personal (dimensión individual)
No es más que el saber ser. Lleva a quien la posee a aceptarse con objetiva humildad y a asumir y reconocer sus responsabilidades y derechos, con el fin de tomar sabias y prudentes decisiones.
Referencias:
Ruiz, M. (2011). La evaluación basada en competencias. Centro de Internacionalización de Competencias Educativas y Profesionales. https://bit.ly/3srEkjB